Cajamarca, después de las celebraciones del año nuevo, lució desolada y tranquila, trayendo a la memoria de los escasos transeúntes una ciudad que hasta hace dos décadas, antes del boom minero, se preciaba de una paz que era compartida por miles de turistas que llegaban a la tierra del Cumbe.
Un rápido recorrido efectuado por este diario, dejó la impresión de antaño, cuando circular por las principales calles del centro de la ciudad, era hacerlo sin sobresaltos, dejando las viviendas, incluso con las puertas abiertas, sin que ocurriese nada extraño.
Hoy, el rosto de la ciudad es diametralmente opuesto a lo que queda como recuerdo.
Pese a la advertencia de la municipalidad provincial de sancionar a los pobladores que contaminaran el medio ambiente con la quema de productos prohibidos, éstos hicieron caso omiso, observándose en todas las calles restos de muñecos y llantas viejas quemadas.
Los principales mercados de abastos, tiendas comerciales y bancos, cerraron sus puertas, y sólo algunos comerciantes se animaron a expender sus productos a los pocos clientes.